Un desierto distinto
A una velocidad imperceptible que equivale a dos quietudes tropieza la tarde, deforma los colores y la forma de percibirlos. Tu silencio, más bien sepia, provoca tristezas infinitas. De pronto todo es un contínuo de luz y sombra. Vibran las aguas del río como si una tormenta se acercara y solo yo fuera capaz de verla. Cierro los ojos, pienso que debería olvidarte, pero en lugar de eso cada noche sueño con un desierto distinto.