Llevamos a Amma a la primera consulta con su pediatra. Juan no es cualquier pediatra, tiene una forma muy particular de llevar la vida. Utiliza la bicicleta como medio de transporte, viste ambo y ojotas, es casi pelado y tiene el poco cabello atado atrás. Es nuestro salvador en época de colonia de vacaciones, cuando los demás médicos nos reclaman desde $ 100 por cada niño del barrio que necesita el certificado de aptitud física, el atiende a los 40 ó 50 vecinitos en su consultorio de Ramos Mejía ofendiéndose si alguien amaga pagarle. Cuando nos ve, en el pasillo de especialidades del Hospital de Niños de San Justo, nos saluda con beso y abrazo e ingresamos a su consultorio. Queda chico porque somos como 8 adultos y el bebé. Sucede que hay 5 residentes (estudiantes de medicina haciendo sus prácticas) muy atentos a todo lo que dice Juan. Y él maneja esas situaciones como el más ducho de los crooner. Gesticula, explica, se pone alcohol en gel en las manos, alza a Amma con una destr...