Un ciervo abandonado

Cuando nos besamos se escuchan chasquidos como de eternidad, como de atardecer en San Rafael. Hay gente que me envídia la forma de mirar, cuando te miro y muero. Ni tu sombra, ni tu consuelo, ni tu despedida, nada soy si no estamos, como ayer. Salgo al viento, al viento helado, cruzo el pasillo, atravieso el cielo con un elevado porcentaje de amor en sangre. Soy un animal sospechoso, un ciervo abandonado en el conurbano, que renace de noche al recordarte, al pensar en tu boca de besos de sabores rojos.