Todavía no había despertado del todo (no mans land, le llama Kundera a ese estado), cuando a la altura de Directorio al 1000, una mujer de flequillo profusamente uniforme y corto, y el resto de la cabellera de un largo medio, con las puntas en terminación curva, que estaba a punto de descender, ya había tocado el timbre del 88 cartelito naranja (x Alberdi) en el que viajábamos, refiere sonriéndome: - Qué hacés por acá? - Vivo en Venezuela y Pichincha, contesté. - Antes era yo la que vivía más lejos, finalizó. Estoy seguro que mi "Hasta luego" no lo escuchó, ya estaba saltando del último escalón a esa altura. La descripción de dicha dama variará de acuerdo al interlocutor, así, si se la describo a mi señora será de entre 50 y 55 años, tirando a gorda y cargada como con 6 bolsas, la boluda. Si los que me escuchan contar esta historia son mis amigos, la mina en cuestión tendrá unos 40 bastante bien llevados, algo rellenita pero apetecible y con una mirada de sensual desprotecci...