Poema
Vamos caminando por
San Martín entre Bulnes y González Castillo, luego de ir al chino a comprar
jamón crudo, queso de máquina, galletitas y caramelos de dulce de leche ($5 los
4, un regalo); en busca de la carnicería que vende milanesas de pollo frescas y
ricas. Adri, mi compañera, consulta “Qué día es hoy?”; arremeto (me la dejó
picando y a los goleadores no se les puede provocar así). “Qué día es hoy? Es
todos los días amiga, es toda la vida amor. Amamos y vivimos, vivimos y amamos
y no sabemos qué es la vida y no sabemos qué es el día y no sabemos qué es el
amor”, recito de corrido mirándola. Oteando la vereda contraria dice “El 47
está de pálpito hoy, lindo número, se podrá jugar o ya cerró la quinela?”. Quinela
dice encima, no quiniela. Haciéndome el ofendido levanto la voz para que las
tres personas que esperan colectivo en la esquina me escuchen: “Te recito un
poema de Prevert, Jaques Prevert y me decís que querés jugar al 47? Así no
puede perdurar el amor, es más desde este preciso momento dejó de existir”. Me
clava una de sus severas miradas y reprocha “dejá de hacerte el gracioso Romero y hablá
más bajo”.
Así que caminamos
en silencio hasta la carnicería que finalmente estaba cerrada.
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