Sandrita

Hoy por la mañana me encontré con Sandrita, una gran, gran persona. Venía en un vagón algo anticuado, las butacas eran las que tenían los antiguos trenes, con ese tapizado verdoso y opaco.
Subí en Once, como usualmente hago cuando no estoy en bicicleta caminé hasta pasar el furgón; preferí ese vagón retro.
En Caballito parada en el andén estaba ella, apenas la vi me desesperé en llamar su atención golpeando el grueso vidrio. Me vió y sonrió.
Hablamos de los estudios que venía de realizarse y de lo auspiciosos que eran los valores de los estudios anteriores; me explicó que a partir de 3,5 comenzaba a complicarse el asunto y ella estaba en 0,6.
No se lo comenté, pero hace algo así como un mes un grandísimo hijo de puta me había dicho que había muerto, "esa compañera tuya que vivía en Pontevedra la quedó la semana pasada", así lo dijo.
Esteban, su ex pareja, quien la contagió, murió hace 18 meses (así prefirió decirlo 18 meses, no 1 año y medio). Comenzó terapia hace 6 meses y se mudó a Merlo Centro hace 15 días. Se la notaba realmente entusiasmada, con muchos proyectos.
Fué una verdadera pena no poder conversar un poco más, tuve que bajar en Liniers. Antes nos intercambiamos los nuevos números de teléfonos y prometimos volver a vernos pronto.
De la manera exacta, así es como se despidió: "Que no pasen 6 meses antes de volver a encontrarnos, quiero verte antes". Así es como habría que despedirse siempre, no dejando la puerta abierta, sino sacándola y prendiéndola fuego, arrojando el maldito bicho ahí para que se incendie y deje de joderle la vida a grandes, grandes personas como Sandrita.

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