Ensalada de frutas


Son las 23:35 hs. Tomo Alberti, luego subo por Av. Belgrano hasta Jujuy, como todos los jueves. Al 94 de esta avenida expenden a $4,50 las ensaladas de frutas, deliciosas.

El vendedor apenas me ve, sale de detrás del mostrador eyectado y encara hacia la heladera donde las apila. Reacciona como "el Perro de Pavlov"; mi ingreso vendría a ser la campana.

En varias oportunidades pasé distraído por ahí, al darme cuenta vuelvo sobre mis pasos en busca de mi postre (muchas veces cena).

Me provoca placer ver ese negocio y el ritual del despachante. Aun no lo vi de mal humor, debe disfrutar de su trabajo, se nota que le sienta bien. En una de esas tiene franco los viernes y por eso le pone tantas ganas al día anterior.

En una cuadra acabo con mi nueva debilidad. Bordeo Plaza Once y entro a la terminal por Pueyrredón, observo que cada vez es más la gente que duerme en esos bancos, son La Cofradía de los Pernoctantes Sentados.

Paso los molinetes sin pagar, a esa hora ya no controlan, busco el tercer vagón con el persistente sabor a frutas en la boca, los cítricos son los más pertinaces. Me siento. Somos 5, entre los que se encuentra una parejita que ni se enteró que hay 3 personas más en ese cubículo, ni miles de millones de personas en el mundo, atienden sus impulsos.

Me coloco los auriculares y me encomiendo: "Que sea lo que Theo quiera" (él cargó hoy la música en mi mp3) y comienza a sonar Norwegian Wood.
Esta noche el universo conspira a mi favor.

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