Un desierto distinto


A una
velocidad
imperceptible
que equivale
a dos quietudes
tropieza la tarde,
deforma los colores
y la forma de percibirlos.
Tu silencio,
más bien sepia,
provoca
tristezas infinitas.
De pronto
todo es un contínuo
de luz y sombra.
Vibran 
las aguas del río
como si
una tormenta 
se acercara
y solo yo
fuera capaz de verla.
Cierro los ojos,
pienso que debería olvidarte,
pero en lugar de eso
cada noche sueño
con un desierto distinto.

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