El milagro de la piecita
- Hola perdido, tanto
tiempo, mirá dónde te vengo a encontrar!!
- Hola, qué bueno
verte. Parece que San Justo es “La Capital Nacional de lo fortuito”!!
- Qué fue de tu
vida después del Hogar? Cómo trabajábamos ahí! Era duro, pero sirvió, no?
- Si, cierto, aprendimos que los curas abusan de los chicos, explotan y subestiman a sus empleados y andan por la
vida como si algo todopoderoso los protegiera.
- No seas malo que
no todos son como el “Padre Julio”, “Padrecito Julio”, tremendo degenerado! Yo
me recibí de Trabajadora Social, trabajo en escuelas y también colaboro en una
capillita humilde de Lomas, cerca del cruce. Y vos?
- De la iglesia no
me interesa nada.
- Che, tenemos un
Papa argentino, ni Francisco te convence?
- Ese también tiene
lo suyo. Te acordás de Ramón, el enfermero que estuvo como tres años en el Hogar?
Ese que cuando se atacaba cantaba a voz en cuello.
- Si, si, me
encantaba como cantaba, pero era algo arisco. Nunca se juntaba con nosotros
cuando salíamos. Tampoco le gustaba que le pidas una misma cosa dos veces; así
que era pedirle y rezar para que se acuerde. Con vos se llevaba bien, de rock hablaban no? Cuando le regalaste un C.D.
para unas fiestas creo que se emocionó y todo.
- Si le regalé “Peperina”,
de Serú Giran, él ya lo había tenido pero su primera esposa se lo había quedado
en la división de bienes.
- De dónde sacaba
tantos remedios, gasas, alcohol y esas cosas? Cuando llegó teníamos un botiquín
que cabía en una caja de zapatos, cuando renunció dejó la estantería del cuartito que hacía de vestuario
llena. Hasta las cosas para tomar la presión y una balanza había traído.
- Si, un grande el
loco, cuando me tocaban las guardias nocturnas con él (fueron muy pocas, 5 a lo sumo) y para colmo caía verano
o noche de calor, ni bien se dormían los chicos y quedaba esa señora que era la
nochera, Alicia, Alcira, cómo era? Bueno, el tema era que ella quedaba a cargo arriba
cuidando las habitaciones y nosotros bajábamos al parque (qué hermoso, arbolado era y poco
iluminado) y hablábamos de rock nacional, mujeres, fútbol (era hincha de
Racing y yo del Rojo, así que durante esos momentos transitábamos por las
improductivas discusiones entre rivales eternos y necesarios) y dónde se conseguía más cervezas a esas horas.
- Es verdad que una
madrugada cayó Oscar y lo encontró durmiendo en una reposera con 4 botellas
vacías alrededor y que vos te salvaste por poco? Creo que fue como para su
última época por allá.
- Si, justo esa
noche me había agarrado una tremenda descompostura y a mí me encontró en el bañito
del pasillo. Cuando pasó por ahí dijo: “Qué comiste desgraciado? Vos te comiste
todo y aquel se chupó todo?”.
Porque nunca entendí la razón, pero estaba convencido que yo no tomaba alcohol, sus alcahuetes, que tenía unos cuantos pero eran evidentes, le habrían pasado mal ese dato. Así que hizo lo suyo como buen director: sacó unos papeles de su oficina, se comió 3 flancitos, despertó a Ramón, lo amenazó con suspenderlo 5 días y se retiró tan sigiloso como llegó.
Porque nunca entendí la razón, pero estaba convencido que yo no tomaba alcohol, sus alcahuetes, que tenía unos cuantos pero eran evidentes, le habrían pasado mal ese dato. Así que hizo lo suyo como buen director: sacó unos papeles de su oficina, se comió 3 flancitos, despertó a Ramón, lo amenazó con suspenderlo 5 días y se retiró tan sigiloso como llegó.
- Si ese bañito
hablara!! A quién encontraron saliendo de ahí una mañana con la loca que andaba
para todos lados en patines, esa que era psicóloga?
- A mí; pero la
verdad es que estábamos arreglando el flotante, porque ella había intentado
apretar el botón y se inundó todo. Nadie nos creyó. A ella le molestó mucho ese
malentendido; yo me hice algunas fantasías. Pero la verdad es que no pasó nada.
Lástima.
Te decía de Ramón
que trabajó después en el San Juan de Dios, de Ramos y para la Municipalidad de
La Matanza. Nos encontramos después de casi 10 años sin vernos, en un torneo
deportivo para chicos discapacitados, en Mar del Plata. Me contó algo que para
esa época era una anécdota graciosa, ahora puede llegar a ser un problema.
Igual no te cree nadie, prefieren allanar los camino a la santidad. Resulta
que el cura al que habían nombrado hacía poco como arzobispo de Buenos Aires
pasaba cada 15 días por la terapia del San Juan de Dios, en general domingos
por la tarde; que ni bien aparecía con su séquito debían despejar absolutamente
la sala especial de terapia, donde estaba internado un joven seminarista y los
pasillos aledaños; que ellos pensaban al principio que serían buenos amigos,
confidentes, pero en una oportunidad (“un 8 de diciembre era, lo recuerdo
perfectamente porque era feriado, había muy poca gente y es mi cumpleaños”) una
enfermera indiscreta y desorientada, pasó desapercibida por entre la barrera de
clérigos/custodios y encontró a los íntimos, tomados de las manos como
confesándose mutuamente, tan de cerca que cualquiera diría que se besaban. Que a
la semana habían despedido a todos aquellos que estuvieron de guardia ese día.
Ramón estaba contento, lo indemnizaron muy bien y había podido terminar la
piecita de arriba para su hijo mayor. Así que Bergoglio hizo “el milagro de la
piecita” para él.
- Yo no te creo. Y
vos seguís de profesor de gimnasia? Qué más hacés?
- Trabajo de
profesor en escuelas y soy poeta.
- Poeta? Ganaste
algún concurso? Hacés poemas de amor? Che, no te da vergüenza decir que sos
poeta?
- No, soy poeta
porque escribo poemas, jamás gané un concurso, no escribo poemas de amor
convencionales y dudo que tengan algún valor artístico. Los que juegan al
fútbol son futbolistas, los que juegan al tenis: tenistas, los que cantan: cantantes; todos pueden ser profesionales o amateurs; yo vendría a ser
un poeta amateur.
- Y te acordás de
alguno? Dale recitá.
- No me acuerdo de
ninguno, porque no los memorizo, una vez que los publico casi ya no los vuelvo
a leer. Debería corregirlos, pero prefiero empezar otros.
- Sacaste un libro?
- No, los publico
en mi blog.
- Sos un bloguero?
Te hacés el pendex.
- Puede ser.
- Anotá mi número
de celular.
- Dale.
- Miralo vos porque
nunca me lo acuerdo y sin anteojos no veo bien estos numeritos tan chiquitos.
Me vas a llamar?
Me vas a llamar?
- No.
- Y para qué lo
copiaste?
- No lo copié, hice
el mímica para no quedar grosero.
- No cambiás más.
- Eso es triste.
Adiós.
- Chau, vos no sos poeta, sos versero.
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