In the flesh
Esos
acordes del principio son la plataforma de despegue hacia aquellos años donde pensaba
que había que vivir poco, pero disfrutando mucho. La fuerza que tiene esa
tremenda banda (Foo Fighters) y la magia de Don Roger emocionan.
Estoy
en Ramos Mejía, sobre la Avenida Gaona, una amiga me pidió que pasara a buscar
a su prima por Devoto, porque estaba algo deprimida, se había peleado con su
novio.
Toqué
bocina en una casa con rejas verdes y salió discutiendo con alguien que desde
adentro gritaba. Se acomodó en el asiento del acompañante sin saludar y dijo
"tengo hambre". Puse rumbo a una hamburguesería sobre Avenida de Mayo
donde éramos habitué y más de una vez "El Gaucho", dueño del local,
nos tuvo que fiar lo bebido.
Llegamos,
puse la patita a la moto, una Jawa 350 roja que era mi orgullo y entramos; no
me esperó, caminó entre las mesas y eligió una del fondo. Entré, saludé a 5 o 6
parroquianos conocidos y me senté con ella, era flaca, de rulos rubios y muy
creída. Lo primero que dijo fue "que reviente, no?". La miré, no
contesté y ya se acercaba "El Gaucho" para tomar el pedido y
comentarme "qué quilombo lo de la otra noche, están bien los
muchachos?", le dije que si que estaban todos bien y "qué raro que
todavía no hayan llegado"; "deben andar con guita", cerró
"El Gaucho" y guiñó el ojo derecho antes de tomar el pedido. No
hablamos nada, ella miraba con odio por la ventana que daba a Avenida de Mayo y
yo miraba un video de AC/DC que pasaban en la tele colgada a 2 metros. Cuando trajeron
lo pedido (una hamburguesa casera tamaño gigante, papas fritas, 1 cerveza de
litro y 1 coca) se zambulló y devoró en cuestión de segundos todo lo posible de
engullir. Tomó la coca, se tapó la boca para eructar y aproveché para pedir la
segunda cerveza. El tiempo parecía transcurrir en velocidad -2. Después de la
tercera cerveza le dije "vamos a algún boliche de Gaona a escuchar música
y tomar algo"; me miró con fastidio y dijo "a otro lugar de mierda me
vas a llevar? Necesito divertirme". Antes de subir a la moto, la miré a
los ojos y le confesé "no soy animador de fiestas, si querés te llevo de
nuevo a tu casa". Hizo un gesto con la mano como que todo le daba lo
mismo, así que enfilé hacia Gaona.
Cuando
estábamos a punto de entrar a un pub art decó y sonaba "Superficies de
placer" de Virus a un volumen ideal, se paró en seco y dijo "llevame
a mi casa", la miré, no contesté y entré solo. Pedí una cerveza, di una
vuelta por el lugar (con 3 espacios con sofá, sillones y sillas, sin mesas) y
apareciste en dirección al baño. Te esperé, te abracé y sonreí; parecías
impaciente, no tan a gusto. Te invité la cerveza y apenas la probaste. Nos
sentamos en un piso frío desde donde veíamos el cielo por la ventana que daba a
la avenida. Me dijiste que habías venido con unas amigas, me preguntaste con
quién estaba y te dije "con una chica (ni siquiera sabía el nombre) que no
quiso entrar". Levantaste los hombros. Estabas hermosa, tenías un jean que
te quedaba perfecto, una camisola y un pullover tipo saquito y un pañuelo.
Durante 15 o 20 minutos te sugerí, recomendé, imploré, ir a otro lado. Siempre
decías que no. Dos de tus amigas se asomaban cada 3 minutos a decirte
"vamos?". En el preciso instante en que comprendí que no tenía ni
media chance, te paraste, me ayudaste a parar, nos abrazamos, te sacudirse el
pantalón y te fuiste; sonaba "Lunes por la madrugada" de los Abuelos
de la nada. Tomé 2 cervezas más sentado donde habíamos estado juntos con la
certeza de haber perdido una oportunidad única.
Salí a
la vereda, subí a la moto, la arranqué (la Jawa tenía la virtud de poseer en
una sola palanca la patada y los cambios), se acercó la chica que había ido a
buscar a Devoto y con cara de culo y cierta ira reprendió “¡ah, te acordaste
que estaba acá! Ahora llevame a casa, que te pensás pelotudo". Arranqué,
vi por el espejito retrovisor de la derecha que hacía gestos ampulosos e
insultaba desde la calle.
Llegué
a casa, entré la moto apenas, siempre le raspaba el manillar porque el pasillo
era angosto y fui a acostarme al colchón que estaba en la habitación que era
garaje, pero como estábamos pintando la mía me servía temporalmente. Al lado
del colchón tenía un grabador del tamaño y forma de una caja de zapatos y que
sonaba como una caja de zapatos, pero no me importaba porque tenía el cassette
de Pink Floyd que gasté de tanto escuchar. Apreté play y comenzó a sonar
"In the flesh". Cerré los ojos y me dejé llevar, sin pensar, sin la
mejor idea, ignorando que casi 30 años después iban a existir versiones tan
maravillosas, entrañables y conmovedoras de esta canción, y de vos.
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