6 años sin Ramona
"A ella le encantaban los pájaros, las plantas, los niños, la lluvia, el viento, la luna, el sol, el río, el mar, el cosmos, la naturaleza, disfrutaba de todo". Kití
Venía manejando del lado de la Autopista del Oeste para Villa Luzuriaga, sin música en el auto desde que me robaron el estéreo (una costumbre ya desmodé); Theo me regaló otro y volvieron a robármelo, así que resignado a viajar sin música venía.
Crucé el túnel que desemboca en la esquina de Juan B. Justo y Rivadavia, justo frente a un negocio que ahora vende quesos; antes se llamaba La Mutisia, ahí me clonaron la tarjeta de débito en una oportunidad, luego de una merienda con Euge. Realicé el reclamo correspondiente y el Banco Provincia se hizo cargo, después de algunas averiguaciones vía telefónica, de todos los gastos realizados a mi nombre; habían comprado ropa de bebé, pañales, perfumes y algunas otras cosas. También hice el reclamo en las redes sociales de este negocio, porque me había acercado en dos oportunidades para comentar lo sucedido, y no había podido contactar a la dueña. Muy ofendidos, contestaron en las redes con amenazas de llevar el tema a la justicia porque los estaba difamando; decían que era imposible que eso haya ocurrido en dicho lugar y que "ya sabemos que haces eso usualmente para aprovecharte de los comerciantes honestos". Nunca se hicieron cargo, como todo buen comerciante.
El semáforo en ese lugar es largo en relación a otros, pero como justo es el cruce con Avenida Rivadavia, la espina dorsal de Buenos Aires, uno lo soporta con hidalguía; siempre y cuando no quedes en la pendiente ascendente del final del túnel y temas largar el freno y darle con la popa del auto al desafortunado que espera detrás.
Mientras esperaba paciente, veo que un tipo de unos 60 años de mirada sufrida, vestido con jeans gastados, zapatillas gastadas y en manga de camisa gastada, me mira con insistencia y luego me ofrece un ramo de jazmines con cuatro o cinco flores. Le digo que no, gracias, con gestos, y me sigue mirando como si me estuviera perdiendo una gran oportunidad y no me diera cuenta. El semáforo se pone en verde y arranco, cruzo Rivadavia y enseguida doblo porque se hace contramano la calle Estrada, en la cuadra de la iglesia. Voy pensando en la mirada insistente del vendedor y en los jazmines, esta especie oriunda de Eurofracia, que crece como arbusto y da unas flores blancas muy aromáticas. Era la flor favorita de Ramona, mi madre, y me provoca, al igual que las canciones de Sergio Denis, un dolor que comienza en la zona prefrontal y luego se vuelve persistente y agudo.
Sé que simboliza el amor, la sensualidad y la belleza, el jazmín, no Sergio Denis, pero me resulta insoportable percibir su aroma por un tiempo que se prolongue por más de un minuto.
Me agarra culpa, pienso que debería haber comprado a ese vendedor ambulante un ramo de jazmines y llevarlo en el asiento trasero del auto con las ventanillas bajas para que no me inunde su olor y me produzca migraña.
Más que nada porque en estos días se cumplen 6 años desde que Ramona está en todo sin estar.
Más que nada porque todavía la extraño demasiado.
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