Las formas de las competencias



“En Japón la derrota es vergonzosa e imponer la derrota también es vergonzoso”, dice Coetzee y a partir de allí comienzo a pensar en las formas de las competencias.
Habría que inventar deportes atractivos, provocadores de historias más que de resultados. Entonces cambiarían diametralmente las geografías y los ambientes; la gente sería fraternal y bondadosa, la parte más importante de la vida transcurriría en un campo de juego. El “Flamante Testamento” (más nuevo que el Nuevo) sería un compendio de escritos de Fontanarrosa, Sacheri, Rodrigo Fresán, Juan Forn y César Aira (es cierto que los últimos tres no se dedican a los deportes pero poseen una prosa apasionada que gusta, gana y golea).

Los imbéciles (Hooligans en inglés, Tifossi en italiano y Barra brava en estas pampas) dejarían de canalizar sus frustraciones y complejos de inferioridad por el lado de la violencia indiscriminada y comenzarían a leer a Houellebecq, Mankell, Auster, Murakami y Vargas Llosa. La guerra también perdería definitivamente su razón de ser y  tanto enemigo que uno se procuró con el correr de los años pasarían a integrar el plantel de los amigos imaginarios.

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