Metamorfosis post Covid

 


Tiene más que ver con una idea errónea de “La ley de la reciprocidad” que con otra cosa. Pienso que cuando alguna gente necesitó una mano (para compra de medicamento, pago de impuestos, pago de deudas urgentes, para poder vivir), estuve ahí, me ocupé, le busqué la vuelta, ajusté detalles y ayudé, estuve presente ante necesidades y urgencias.

Esta semana (hace una semana comencé con síntomas compatibles con Covid), varias personas se comunicaron para solidarizarse y compadecerse, para asegurar que “no va a ser nada”, “por suerte estás vacunado”, “te salva que no fumás, ni chupás, ni estás obeso”, y mensajes así. También que si necesitaba algo avise, con una sensación cercana a “como vos te pusiste a disposición, no me queda otra que ponerme a disposición, pero ando algo corto…”. Sé que 2 amigos lo dicen de corazón, que con solo avisarles estarían en la puerta. Lo de Chany también es digno, aunque se desbanda cuando promete, ofrece más de lo que puede, luego la realidad, los caprichos y manejos de su hijo, definen sus acciones. Así y todo, gracias a sus esfuerzos recibimos la única ayuda de estos días, consistente en cortes de carne (2 bifes, 2 churrasco), bidones de agua y galletitas sin sal. No fue gratis, Adri le pagó a Fabio, su hermano, esta mercadería y el remís (no contaba con su auto porque se lo había llevado el hijo). Fabio no es de los que hacen las cosas gratis, más por necesidad que por egoísmo.

Ahora, hay algo que me zumba las orejas cual moscardón, tuve que volver a leer los mensajes del grupo y los individuales para poder tener la triste certeza: ninguno de mis hermanos ofreció ayuda concreta (es cierto que Susy me curó de palabra el dolor de cabeza y Kití intentó averiguar el resultado del hisopado sin suerte), ninguno dijo “¿Necesitás unos pesos?”, ¿Querés que te mande mercadería?”, “¿Conseguís Paracetamos por ahí o te alcanzo?”. Me llama la atención porque en general es gente que se preocupa por los demás. ¿Habrán pensado que otra gente se encargaría? (¿como la otra gente habrá pensado?); ¿sus problemas, preocupaciones laborales, económicas y/o necesidades de su núcleo familiar íntimo no les permiten más que la solidaridad por whatsapp?, ¿Lo generacional es efectivamente una barrera?, ¿Es fantasiosa la idea de que “como nacimos de los mismos padres estamos unidos por un lazo fraternal indestructible más allá de las circunstancias”?

Parafraseando a mi amado Haruki, creo que no salgo igual de esta tormenta; atravesarla me mostró que “la ley de la reciprocidad” no se aplica en mi caso, al menos como esperaba, que nadie es culpable, como todo, es una construcción lenta que con el tiempo tiende a perpetuarse. Tengo planes para de ahora en más: empezar a dejar pasar situaciones ajenas; a decir mucho más que no, que no puedo; a no manejarme con convenciones familiares (“papá y mamá así lo habrían querido”, pues papá y mamá ya no existen más que en nuestras memorias); a dejar de intentar sostener historias ajenas. Solo espero poder hacerlo. Es el nuevo desafío. Metamorfosis post Covid, podría llamarse.

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