No te va gustar
Son cerca de las 6:30 de la mañana,
manejo por Don Bosco (que marca el límite entre La Matanza y Morón) rumbo a
Carlos Casares para luego tomar Ruta 3. Vamos camino a una escuela de Gonzalez
Catán. Mi acompañante (o yo soy el acompañante?) me había preguntado si tenía
música, le indiqué que me alcanzara la Tablet, la enciendo, abro el programa de
música, le propongo que elija un archivo y sin dudarlo prefiere escuchar a No
te va gustar;“fuimos con mi prima a verlos a Geba”, explica para fortalecer
su elección.
Comienza a sonar “Chau”, con ese riff tan
melancólico y ella tararea al principio, luego canta.
Dormimos poco, algo así como 4 horas,
trabaja en una EP (Primary School) y como sus alumnos hoy prometen la bandera,
debía estar a las 7:00 hs. A las 6:00 me despertó exaltada y pasó que recién 20
segundos después me di cuenta donde estaba. Así que desayunamos a los ponchazos
(2 mates, 2 galletitas) y a surcar el Oeste de Haedo a Catán.
Cuando suena “Al vacío” se compenetra y
canta en voz alta, pensando en vaya uno a saber en quién, con un tono cercano al
rencor y rastros de haber sufrido mucho.
Le pregunto si le van a hacer alguna
escena sus compañeras por llegar tarde a organizar la fiestita y contesta: “Que
la chupen!!”. No habré dormido con Maradona? cavilo. Y continúa con “...que
saltes al vacío y que nos vuelvas nunca…”.
Ya estamos en Ruta 3, los automovilistas,
camioneros y especialmente los conductores de colectivos (legales y truchos,
sin distinción) sabrán que existe una ley de tránsito o en esta zona del mundo
cada uno maneja como quiere (o puede)?
“Me olvidarás como a cualquiera, como
algún día me dejaste entrar, no puedo darte mi vida...”. Esta la canta para mí,
porque incluso intenta, mientras tanto, peinarme con los dedos.
Casi choco con media docena de perros antes
del puente del 29, venían detrás de una perra negra, mal alimentada y con vestigios
de estar agotada; puteo y más me putea el conductor de un Picasso gris flamante
que tuvo que volantear y de milagro no fue a parar al pasto. Me dan ganas de
bajar y explicarle que así es el amor, hay que perseguirlo, cansa y cansás;
pero después de proferir el insulto continúa raudo.
Cuando suena “Memorias del olvido” parece
que mi copiloto se relaja demasiado porque emite una especie de ronquido suave
y melodioso, como un ronroneo. Envidiablemente despierta y sigue cantando como
si nada; a mi reaccionar, de una siesta, de un amor, de lo que sea, me lleva un
buen rato.
“...me encantaría, que estuvieras
dormida, que estuvieeeras…”, pienso en las últimas semanas y el recuerdo
transporta tan lejos, como lejos está Monte Grande; al terminar la canción,
reparo que está mirándome con una sonrisa pseudoburlona y me indica que gire a
la derecha por Simón Pérez, “6 cuadras y una a la izquierda”, agrega.
Cuando llegamos, a duras penas puede con
una cantidad indescriptible de bolsos, bolsitas, carteras, cajas, etc. Tendría
que bajar a ayudar, pero ya es demasiado. Entra a la escuela, deja todo en
algún lugar cercano porque sale rápido a despedirme. Pregunta con las manos
apoyadas en la puerta donde está el vidrio bajo: “Entonces estás todo el finde
con tu hijo?”. Digo que si con la cabeza y contesto “Hasta el domingo después
del mediodía”. Hace un gesto de carita triste que enternece. Antes de irse
dice, sugiere, indica: “Llamame”. Tira besos al aire.
Parece que me lo tomo a pecho porque al retomar
Ruta 3 advierto que olvidó sus llaves en el asiento; la llamo y me tranquiliza:
“No hay problema, tengo otro juego acá, me las tendrás que alcanzar otro día”.
Luego pienso en esa frase y ya no me tranquiliza tanto.
“Se va la murga, se va esta murga, esta
murga siempre volverá…” cantan los NTVG.
A eso me refiero con rendirse.
Comentarios