9 y 9 en los otros trimestres
“Profe, a usted le gustan las rubias? Porque en el salón a todos los
pibes les gustan las rubias”, inquiere y comenta Brenda, gordita, morocha,
alumna de 1º año de la Escuela Secundaria Nº 127 de Rafael Castillo, mientras
tomo lista. Está ella sola a mi lado, los 8 varones que están presentes fueron
a patear al arco de fútbol del enorme campo de deportes. Le voy consultando los
apellidos de los compañeros presentes porque no me acuerdo, usualmente, de los
apellidos de mis alumnos a menos que sea inevitable. Luego le explico que hay
hombres que prefieren las morochas, otros las pelirrojas, o flacas, gorditas,
altas o petisas. Me interrumpe para aclarar “a todos les gustan rubias y
flacas, todos estos pajeros se babean con la Ruth”. Le consulto acerca de lo
mucho que le molesta eso (es obvio que le molesta), pero no contesta. Cuando
intento un consuelo, me sale del tipo “ya va a llegar un chico que te guste y
le gustes (siempre hay un roto para un descocido, pienso pero me lo guardo) y
vas a ver, no te va a importar lo que digan los demás”. No me mira, mira
concentrada como los varones patean penales. Pareciera que su foco está en
Dylan, al que sus compañeros apodan Puyol, es que en verdad es muy parecido,
diría que un poquito más agraciado este muchacho, pero comparte con el ex defensor
de Barcelona la melena enrulada y la guapeza y prestancia durante los partidos.
Ingresa “Pichu” (negrito, de contextura pequeña y mucha simpatía), por
el hueco del muro; nos saludamos con un apretón de manos y le digo “a tu
compañera no saludás?”; contesta irónico “a la enamorada de Puyol?”, y ahí
nomás se arma la pendencia, el altercado hiriente. “Chupame la concha, negro
falopero”, “ni en pedo, gorda sucia”, “yo me baño, no como vos y tu hermana que
andan siempre con la misma ropa”, “pero no anda haciendo gualichos como tu
vieja macumbera”. Ya es demasiado, entonces decido intervenir. Reto a los
dos argumentando que cuando se enojan con alguien deben hablar, no insultarse,
ni mentar a madres y hermanas. Pichu dice “qué es mentar, profe?”. Le explico
que mentar significa nombrar o mencionar algo; levanta los hombros en clara
señal de que no le importó en demasía la ilustración y se dirige hacia donde
sus compañeros despuntan el vicio futbolero. Brenda, enojada, enfila hacia el
portón de salida, le grito que adónde va y contesta también a los gritos “a
mi casa”; a gritar se ha dicho “si te vas te pongo un uno”. Vuelve sobre sus
pasos y con el rostro contraído por la ira cuestiona “por qué un uno, si no
falto nunca? Aparte tengo 9 y 9 en los otros trimestres”. Me río y le confieso
que si no decía eso no volvía. También ríe y remata “bastante puto habías
sido, profe. Querés que haga mate?”. Imposible negarse a tamaña propuesta.
Comentarios