Pinino
Qué manera de despedir seres queridos todos los santos, herejes
y ateos días. Me avisa Ricky, emocionado, conmovido, que falleció un amigo, “che
boludo, murió Pinino, no lo puedo creer, cada vez que lo encontraba me
preguntaba por Martín y por vos, decía que eran muy amigos de chicos; siempre
le decía que ore por mi, era evangelista, pero igual. Era parte de mi
adolescencia, me mató la noticia, estoy escuchando a los Rolling Stones porque
no doy más de tristeza”.
En nuestra niñez Pichino, Pinino, Piji, Pantera, Lucho, Jorgito y
Miñito eran asiduos participantes de los picados que se armaban al lado de la
casa de mis viejos, con Martín hacíamos las veces de anfitriones, y solo se
interrumpían para tomar la leche, que preparaba Ramona, mientras nos turnábamos
para cuidar a Vero (que en estos días cumplió 42 años y no debe tener el mínimo
recuerdo de todo esto) y seguíamos con los partiditos hasta que se hacía de
noche y no quedaba más opción que posponerlos hasta el día siguiente; así unos
cuantos años. Teníamos un equipo de fútbol y nos anotamos en Don Bosco (la
inscripción consistía en 50 kg de papel) y debíamos escuchar misa para poder
jugar. Salimos campeones, perdimos finales inverosímiles y creo que éramos
felices. De adolescentes seguíamos jugando juntos en torneos barriales de los
picantes (en Villa Palito, El Monte, La Papelera, La Villa de los Paraguayos,
La Redonda y lugares así), donde había plata de por medio y apuestas y amenazas
y mucha inconsciencia. Pinino siguió jugando de grande, era común verlo en
equipos de veteranos por todas las canchas de La Matanza, con mucha calidad
técnica a pesar de sus kilos de más, y mucha calidad humana, era uno de esos
tipos “que quiere todo el mundo”, buenazo, charlatán, gracioso.
Dicen que aguantó 20 días en terapia intensiva, pero no pudo
recuperarse y hoy por la mañana avisaron a sus familiares que ya no había
nada que hacer. No se puede ir al velorio, solo puede estar su familia; no
puede despedirlo la multitud de amigos y conocidos que cultivó a lo largo de
sus 54 años; ni nosotros, que siempre lo estaremos esperando en la canchita,
con la pelota bajo el brazo, mirando para el lado de Los Andes.
Comentarios