Devoción

Cuando subo al colectivo corroboro el peor de los presagios, no hay asientos libres.
Camino hacia el fondo después de sacar el boleto. Antes de resignarme a viajar parado hasta San Justo advierto que, lo que presumí como una persona son en realidad 2 bolsas.
Me acerco y le digo a la dama que está sentada al lado si me permite ocupar ese lugar.
Sin mirarme corre las bolsas y observo que tiene los ojos llenos de lágrimas. Es extraño, no caen las lágrimas, están firmemente aferradas a sus ojos.
Lee compenetradamente un tríptico que dice Asamblea de Los Testigos de Jehova 2008 y murmura en todo momento como rezando y reprochándose. Hago esfuerzos por escuchar, puso el volumen en mute.
Lleva, como los hombres al comenzar la adolescencia, un simulacro de bigotes; no le sienta mal. También un intenso aroma a lavandina. Quizá haya ido a algún templo a limpiar sus culpas y estén utilizando el mismo sistema que se emplea para eliminar los gérmenes del agua.
"Alma líquida, espíritu acuoso": ahí tiene Coelho un buen título para otra de sus bazofias.
Con cuántas gotas de lavandina se limpiará un alma estándar? Dependerá del peso, la altura o de la edad? O bien, del tamaño de los pecados?
Sigue llorando esta circunstancial compañera. Estoy ciertamente tentado de decirle: - Mire señora, llore todo lo que quiera por sus pecados, pero por los míos no vaya a preocuparse.
Ahí si que no hay agua bendita, lavandina o ácido que valga.
No es que me piense un pecador asumido, es que el gran Niet dijo: "El cristianismo sabe que es completamente igual que una cosa sea o no sea verdadera; lo que importa es la medida en que es creída verdadera. Si por ejemplo, se encuentra alguna felicidad en creerse libres de pecado, como premisa de esto no es necesario que el hombre sea pecador, sino que se sienta pecador".
Es tentador pensar que el mundo es un excremento, que el bueno es uno, para así sentirse superior y rechazar la realidad; pero no recomendable.
Intento dejar de pensar en esta mujer y me decido a leer, busco un libro en la mochila y descubro que cargué "El Anticristo" de mi querido Friedrich. No lo saco. No sea cosa que la dama con todo el perfil (y frente) de delirante mística, lo tome como una alusión personal y comience a acusarme a los gritos de Endiablado, Poseído, Luzbel, Belcebú, etc. y así hasta que por vergüenza tenga que bajar antes.
Mejor hago un Sudoku y que el mundo siga con su recorrido.

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