Otra forma de ver la muerte.

Algunas personas me dicen que estoy demasiado fanatizado con él. Es distinto, es el mejor. Ayer falleció su madre, esto escribió:

Ayer murió mi mamá. María Isabel Mármora. Tenía 84 años. Estaba enferma, de cáncer, de un cáncer veloz y fatal, propio de gente joven, y en Enero estuvo internada y por morirse, pero fue mejorando hasta pasar ocho meses en su casa.

Meses en los que pudimos vivir buenos momentos, en los que la ayudé cuanto pude y la vi ir decayendo de a poco.Uno de esos buenos momentos fue el domingo a la noche, que estaba perfectamente consciente de su situación y decía que estaba durmiendo mucho y le encantaba y quería dormir más. Estaba de buen humor, tranquila, jodíamos y conversábamos, disfrutándolo. Ayudados por una médica psicóloga del equipo de cuidados paliativos del Cemic, que fue una pieza clave en los últimos meses (sin ella las cosas no hubieran salido tan bien), pudimos hablar con libertad de muchas cosas, de cosas vividas a lo largo de los años y básicas en nuestra relación.

Soy hijo único y mis padres están separados casi desde siempre -aunque se mantuvieron cercanos, tal vez más de lo aconsejable- así que esa relación de dos fue mi núcleo familiar esencial cuando yo era chico. Era una mujer fina, elegante por naturaleza, inteligente y culta, bastante depresiva aunque capaz de alegrías y calideces de todo tipo, muy conectada con la belleza, gran lectora, preocupada por los demás, independiente al punto de la soledad, hinchapelotas como toda madre pero más respetuosa de lo normal del estilo y elecciones de su hijo. Cuando chico en mi casa se recibía la revista Pelo porque la compraba ella, que escuchaba los Beatles desde antes que yo aprendiera a poner un disco, para mí.

Durante décadas pensé que la vida me tenía reservada la muerte de mis padres y que iba a ser un momento insoportable. Desde hace meses me fui dando cuenta de que no era así, para nada. Ya no soy el chico que los sentía el centro del mundo, ahora tengo una esposa a la que adoro y tres hijos que son mucho más importantes para mí que mis padres, hijos que me traen una vitalidad increíble y me instalan en un presente pleno y cargado de fuerza y movimiento. Estuve triste, sí, y seguro que voy a estar triste otra vez, pero estuve triste en Enero, en Febrero. Fui elaborando la cosa a lo largo de los meses. Estuve triste el lunes, cuando ya no respondía, y estaba perdida, con los ojos y la boca abierta, respirando con largas pausas. No podía verla así, estaba un poco con ella y me retiraba a la otra habitación. Pero ahora estoy bien, aliviado, contento de haber tenido una madre de la que puedo estar orgulloso. No me gustó ver su cuerpo muerto, pero no lo miré mucho. Ayer estuvimos con sus amigos y familiares sólo dos horas en una cochería con el cajón cerrado. Hoy la dejamos en Chacarita para la cremación. Todavía no sé qué voy a hacer con las cenizas, pero no siento nada por esos restos, no me inspiran sentimientos ni respeto ni nada.Sé que la voy a extrañar.

Hubiera querido tenerla más tiempo, sobre todo porque desde que se hizo abuela de mis hijos supe donde meterla, porque antes era una señora grande con la que no sabía muy bien qué hacer. Viene la tarea de ver qué hago con sus cosas, momento que también imaginaba durísimo y hoy no me lo parece tanto. Lo que más quiero de ella son unos dibujos en pastel, abstractos, en colores, hermosos. No hizo muchos y los hizo hace mucho tiempo, pero son muy buenos y me encantan.Me sorprende que todo esto pueda vivirse bien, cuando yo creía que el único modo era el desgarramiento y un dolor insoportable. Me alegra. Incluso me hace más asimilable la idea de mi propia muerte (para la que falta muchísimo). Quería contarles…

Por Alejandro Rozitchner, quien más.



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