Curly


Estábamos en el campo de deportes (un enorme lugar a cielo abierto) donde realizan sus actividades los alumnos de la Escuela Secundaria N°127 de Rafael Castillo; la hora de salida había pasado hacía algo más de 20 minutos, se estaban retirando los últimos chicos cuando se acerca Curly (alias Facundo), un niño de unos 10 años sufridos, quien es hermano de Popeye, uno de mis alumnos. Facundo tiene mejor asistencia que su hermano, no faltó nunca a pesar de no ser alumno, no debería estar ahí. Se lo permití desde las primeras clases porque era colaborador y buen conversador, entrador. Pero resulta que hace 2 semanas me faltaron unos pesos de la billetera que siempre tengo en la mochila y todas las pistas apuntan a su culpabilidad. Cuando lo encare, la clase siguiente a la de la falta de dinero, se hizo el desentendido, entonces le advertí que debíamos hablar o no podía venir más. La clase pasada apenas llegué, estaba sentado en un tronco con la campera que le regalé y era de Theo, mi hijo. Me dijo que quería hablar y le dije que más tarde (debía firmar la asistencia y estaba 5 minutos atrasado). Participó de la clase como lo hacía habitualmente, dirigiendo el partido de fútbol con el silbato amarillo que le regalé. Cuando finalizó la clase lo busqué con la mirada y ya se había ido.
Así que cuando se acercó hoy le dije «sentate», lo hizo, incómodo, como si no estuviera acostumbrado a recibir órdenes. Comencé a explicarle lo inconveniente de sacarle cosas a la gente, de lo malo de defraudar a quienes confían en uno y sobre hacerse cargo cuando se manda una cagada. Escuchaba, ponía cara de circunstancia, bajaba la cabeza, la movía. Entonces tuvo una actitud que nunca hubiese esperado, me dijo que lo perdone, que sabía que estuvo mal y que yo lo quería, así dijo «yo se que me querés». A continuación sacó enrollado cual cigarrillo un billete de $10, me lo alcanzó y dijo «lo que falta te lo voy a ir alcanzando después. Si te faltó más yo no fui, tenes que cuidar más las cosas». Quedé estático, me puso el billete en la mano y se fue caminando hacia el agujero que hay en el muro para salir del campo. Diez años debe tener, que vida dura.

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