Caniche Toy

Una damisela joven, 8 puntos sería el promedio entre mis amigos (generalmente promedian 8 puntos sus calificaciones de mujeres, en parte por la ligereza con que califican alto y en parte por la generosidad para con el sexo opuesto), saca boleto en la máquina expendedora de la estación Ramos Mejía con un cachorro color crema, peludito y triste en brazos. Camina como en un desfile íntimo, sin prejuicios y se sienta en uno de los bancos fríos, oscuros y de acero del andén.
Un petitero canoso con algún toque de Fernet le pregunta: - Qué marca es? Señalando al can con la nariz. La aspirante a veterana todoterreno le responde con cierto dejo de aristócrata, llenando la boca de aire y dejando salir las palabras pomposamente: - Caniche Toy.
Es la tercera o cuarta vez que observo una escena de este tipo, los dueños de esa clase de perros deben estar convencidos que les brinda glamour expresar la raza de sus animales de esa manera.
Debido a mi caracteropatología, como diría Antonio cuando está a punto de vertir una opinión polémica (mi preferida es aquella que asegura que Hitler tuvo 1 solo defecto, el odio racial, y demasiadas virtudes), opino que los canes pequeños, de tamaño pequeño más allá de la primera edad, tienen comportamientos insoportables: o son tremendamente quisquillosos (aquellos que viven con señoras viejas) o sumamente dóciles y por lo tanto pesados y aputasados. Argumento escaso de ciencia que lo respalde se podría decir.
De todos modos no es un problema fundamental, de esos que ameritan un estudio serio y profundo. Es sólo un intento sutil por trasladar un tema del pasado al futuro y de encontrar nuevas maneras de convencer a la gente que no queda bien pasear perros a upa.

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