Tokio Blues - Haruki Murakami

En 1989 estuve viviendo una temporada en la Costa Atlántica con un grupo de amigos de lo ajeno y míos. Fue una época donde ganábamos buen dinero y gastábamos un poco más, generalmente en cuestiones poco productivas.
Deambulando por la rambla de Mar del Plata cerca de las 8 de la mañana, un día ventoso y frío, decidí gastarme los últimos pesos en un buen desayuno; en general salteábamos la primer comida diaria debido a la sobrecarga de alcohol durante la madrugada.
Prefería andar sólo y así evitar problemas.
Antes de entrar a un agradable y acogedor bar a cuadra y media de la playa sobre la Avenida Independencia pasé por un kiosco de diarios con la intención de adquirir el Clarín. Al llegar me llamó la atención la tapa de un libro de Vargas Llosa: Lituma en Los Andes.
Compré el libro en vez del diario, lo terminé en 4 horas (comencé a leerlo en el desayuno y finalicé durante el austero almuerzo) y, como nunca antes me había sucedido, tuve la sensación de haber encontrado exactamente lo que debía leer de acuerdo al estado de ánimo que me embargaba en ese preciso momento.
A qué viene todo esto? Con este libro que acabo de leer, Tokio Blues de Haruki Murakami, me sucedió lo mismo.
Es una novela sobre algunos triángulos amorosos que le otorgó una fama inmediata en su país, Japón, a su autor. Vendió más de 2 millones de ejemplares y decidió autoexiliarse en Norteamérica para escapar del asedio de sus fans, en general adolescentes. “Escrito con un estilo de rara limpidez, provoca la sensación de ingresar en un hipnótico rito de iniciación” dice Juan Forn.
Creo que de ahora en más voy a extrañar (si, me da por extrañar a los personajes de libros entrañables) a Watanabe, Naoko, Kizuki, Reiko y Midori (significa verde).
El subtítulo, Norwegian Wood, es una canción de Los Beatles. Bájenla y escúchenla mientras leen el libro, conmueve.
Era lo que necesitaba mi alma en estos días fríos y lluviosos. Ni más, ni menos.