Mitad agua, mitad sangre

Son las 23:30 hs, es verano.
Tenemos entre 17 y 19 años, 2 años que no marcan diferencia alguna en cuanto a lo biológico, pero con una connotación judicial importante de acuerdo a como se sucedieron los hechos.

Lucho entra a la casa de Pedro (quien luego de la partida de su madre suele utilizarla como centro de convenciones de malandras, vagos y afines) con 3 amigas y 1 amigo. Cualquiera podría apostar que esos amigos son flamantes, digamos a lo sumo desde hace 3 horas. Colocadísimos, excitados y ávidos de mas drogas.

Quienes estábamos alargando el vermouth desde la merienda nos alegramos de recibir tan grata visita; en verdad ya estábamos hartos de discutir tediosamente sobre lo mismo (variaciones sobre temas que no interesan ni van a interesar a nadie).
Si estuviésemos escuchando música todos invitaríamos a bailar a la más tímida de las jubilosas niñas, hirientemente hermosa, enfundada en un enterito de jean flamante y una remera fucsia pintada a mano, ojos verdes obviamente muy abiertos.
Lucho, quien maneja la situación en parte porque es quien reunió a la gente y en parte porque es quien maneja las situaciones (a veces sin violencia) me hace señas para que ingrese a uno de los apestosos cuartos y apura a 2 niñas para que me sigan.

Tomamos, respetando los turnos cortésmente, 2 líneas cada uno y al instante (no se como ni con que pretexto diría Benedetti) estoy besándome con la niña más verborrágica, quien ni bien nos presentaron me preguntó: “Así que vos sos el mudo?”. Pensé que alguna mentira le había inventado mi amigo sobre mi, solía deleitarse haciendo eso con respecto a talentos inexistentes.
De golpe ingresa haciendo un ruido exagerado el muchacho que había llegado con las chicas y grita: “¡¡La pendeja se muere!!¡¡La pendeja se muere!!”. Corremos hacia el baño empujándonos, todos excepto Lucho y vemos que la preciosa niña sangra profusamente por la nariz. Al rato le hago un tapón de algodón y deja de sangrar.

Recobrando la conciencia que nunca tuve, apuro un vaso de Martini Rosso y desde la puerta de la habitación donde me había enredado físicamente hacía unos minutos? horas? días? Digo: “Negro, llevo a la pibita a la casa, no se siente bien”.
Lucho: “Dejá que la lleve el pelotudo del primo, él quiso traerla”.
Pelotudo del primo: “Elisa, para qué carajo viniste pendeja de mierda?”
Elisa: “Vos me dijiste que íbamos a tomar cerveza y dar una vuelta, pajero”.
Yo: “Y vivís lejos?”.
Elisa: “En Lugano, pero estoy de visita en la casa de éste (señalando con la nariz taponada a su primo). Me acompañás?”
Lucho: “Tomá (dándome un papel glacé brillante de color violeta doblado 4 veces), porque el que guarda siempre tiene y yo no se guardar”.

Subimos a mi ciclomotor Juki blanco del que emana un aroma a nafta que me encanta, casi tanto como la niña que transporto con la remera empapada, mitad agua, mitad sangre.
Le pregunto cuántos años tiene; apenas termina de decir “en abril cumplo los 15”, se fehacientemente, de acuerdo a los cálculos mas optimistas, que estoy en verdaderos problemas.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Paso eso de verdad
Ya ves ha dicho que…
Si lo que decís es: "Pasó eso de verdad?", te diría que tal vez. Ahora si lo que querés decir es: "Pasó eso de verdad!!", bueno, si estás tan seguro tiene que haber sucedido.

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