Ciclotimia


Desde que tomo la pastilla me siento feliz, dichoso. Hoy festejamos el cumplaños de Theo, mi hermoso hijo, y estuvo preciosa la fiestita. Pocos invitados fueron, pero todos buena gente (sobre todo mi familia y amigos). El alquiler del inflable fue una decisión absolutamente genial, se divirtieron como nunca los niños.
Desde que tomo la pastilla me levanto de mal humor. Cuando Theo me pide que lo cambie le digo: "Cambiate solo, ya tenés 6 años"; si me pide que le abra la puerta para ver si el tipo que reparte los diarios se dignó a dejarlo temprano, le digo: "Andá a ver un ratito la tele, quiero dormir un poco mas". Cuando despierto solo o acompañado por alguien que no es Theo pienso: "¿Por qué carajo no puedo despertarme viendo a mi niño?"
Desde que tomo la pastilla voy a las escuelas con ánimo, con algo mas de ánimo que de costumbre. Me divierto, se divierten mis alumnos, hago chistes medianamente graciosos y todo, la paso bien. Intento minimizar los niveles de contaminación anímica que provocan algunas compañeras (con los compañeros generalmente me llevo muy bien, no creo que sea azaroso) y aun me quedan energías para llegar a la noche con ganas de encender mi nueva notebook y revisar los correos, subir algo a Facebook y observar si alguien realizó comentarios en mi blog. Más de una noche voy a dormir pasadas las 2 de la mañana por culpa del Wi-fi.
Desde que tomo la pastilla arrastro una contractura en la base del omóplato izquierdo que ya no soporto; se la adjudico sin muchas vueltas ni pruebas a las almohadas de mierda que hacen que no apoye la cabeza como debería para descansar. Puteo y digo que mañana voy a Ramos y compro esa almohada de plumas que estaba en oferta a $50, por dormir bien es una buena inversión. Así sigo pasando (mal) las noches con ese estúpido autoengaño.
Estoy convencido que vivir pendiente de un cóctel de productos químicos no es beneficioso, no me hace gracia. Ma allá de las cuantiosas contraindicaciones, por algún lado me las va a cobrar en el futuro. Si no fuese el tratamiento para mitigar los intensos dolores de cabeza productos de la migraña, dejaría de tomar esa medicación ya mismo. Por momentos sospecho que nunca volveré a vivir sin ella.
La pastilla tiene un sabor delicioso, jamás tomé algo tan sabroso. Es una mezcla de frutilla, vainilla y limón; como un helado sólido, blanco y comprimido. Antes de tomar el agua que la acompaña y transporta de la boca al estómago, la dejo reposar unos segundos sobre la lengua para poder disfrutar así de su exquisito sabor.
Desde que tomo la pastilla, lo único evidente es que me volví fervorosamente ciclotímico.


Acompaña este post la obra "El péndulo" de Juan Carlos Pons.

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